miércoles, 6 de noviembre de 2013

Y llegó el día D...

25 de septiembre, una semana antes de
empezar el régimen
El lunes 30 de septiembre era la fecha indicada. El fin de semana anterior, a sabiendas de lo que me esperaba, me preparé unos spaghetti carbonara para comer, y me tomé unas cuantas cervezas de despedida. Sabía que iba a pasar mucho tiempo hasta que pudiera volver a repetir aquello. Rita, mi médico, me mandó por e-mail la dieta para la primera semana. Era pobre en hidratos, con bastante margen a la hora de elegir alimentos. Y eso sí, con las cinco comidas diarias reglamentarias.

Me pareció bastante asumible, sobre todo para un tipo como yo, raro entre los raros a la hora de comer, con una animadversión psicológica a las verduras, reacio a comer fruta, y poco dado a los yogures, ya sean desnatados o no. Pero me aceptó champiñones y setas como animal de compañía, lo que unido a los pimientos, el calabacín y pare usted de contar, ya teníamos verduras suficientes para la dosis diaria. Además, la fruta y los yogures estaban prohibidos esa primera semana.

Los dos primeros días fueron los más duros, pero no por la comida. La costumbre de tomarme una cervecita al mediodía y varias más por la tarde estaba total y absolutamente prohibida, ni siquiera sin alcohol, y eso fue lo que peor llevé. Aguanté estoicamente ambas tardes delante del ordenador sin probar otro líquido que no fuera agua, y ya al tercer día fue bastante más llevadero. Sinceramente, pensé que me costaría mucho más desengancharme. Como complemento a la alimentación, también empecé a salir a andar todas las mañanas. Desde ese día, mi despertador suena a las 7:15, para salir a patearme la ciudad. Empecé con 45 minutos, pero poco a poco me fui encontrando más fuerte, mis rodillas cada día tenían que soportar menos peso, y eso hizo que las sesiones se fueran alargando poco a poco. En este sentido, me ayudó mucho (o mejor dicho, me piqué con ello) la gente de El Club del Paseo, una página genial que une a cientos de personas con ganas de hacer deporte, y que elabora clasificaciones con los km. que anda cada uno, lo cual te incita a superarte.

Al cabo de la semana, llegó la hora de la verdad...No me pesé previamente (de lo cual ahora me arrepiento), pero sí me tomó medidas mi enfermera favorita, Rocío. En una semana había bajado 3 cm. de cintura y 4 de cadera. Y lo más importante, mi volúmen del resto del cuerpo iba a menos poco a poco. Ya no había marcha atrás. Había superado la primera semana, y el ver los resultados me animó a seguir.

2 comentarios: