domingo, 3 de noviembre de 2013

With a little help from my friends

Llegó un punto en el cual mi enfermedad, porque no deja de ser eso, una enfermedad, se convirtió en mi pesadilla. Salir a la calle y empezar a sudar era todo uno. Iba desechando pantalones y camisas que ya no me entraban, mientras las X que anteceden a la L se iban acumulando: 2, 3...hasta 5XL. Ese era otro problema añadido, porque, si tienes la talla 46, no tienes problema para encontrar pantalones en cualquier tienda, pero si tienes la 68 la cosa cambia. Y mucho. Apenas una cadena nacional se dignaba a tener tallas para gordos, teniendo que recurrir a tiendas especializadas por internet, pagando unos tristes vaqueros normalitos a precio de Armani.

La decisión de perder peso la tomé un fin de semana de agosto. Ese sábado tuve una cena de exalumnos del colegio, y, tras la misma, al ir a tomar copas, mi polo empezó a empaparse de sudor, lo que provocó que la vergüenza que pasé me impidiera disfrutar por completo del momento. La escena se repitió al día siguiente, domingo, cuando quedé con una gran amiga mía que había venido de Londres. La caminata de poco más de un kilómetro hasta el sitio donde habíamos quedado supuso que apareciera como si hubiera corrido la maratón. No podía seguir así.

Empecé a cuidarme por mi cuenta, quitándome las cervezas que me tomaba en casa, que eran muchas, demasiadas, comiendo menos e intentando salir a pasear todas las mañanas. Y surgió efecto, ya que en pocos días tuve que correr el cinturón dos agujeros. Pero sabía que solo no lo podría conseguir. Y fue gracias a las redes sociales como contactó conmigo una médico y además buena amiga mía, Rita, que ejerce su profesión en Las Palmas, y se ofreció a elaborarme un plan de adelgazamiento. Dado que las fiestas de San Mateo estaban próximas, decidimos comenzar una vez pasadas las mismas. Mientras tanto, y gracias a una venita de la pierna que le dió por sangrar a chorro a reacción, contacté con otra buena amiga, Rocío, enfermera ella, que se ofreció a controlarme in situ. Entre los tres, nos propusimos sacar esto adelante.

2 comentarios:

  1. Paco, no sabes lo contenta que estoy de que, tú solo, con tu voluntad de hierro estés venciendo a la tentación. Sabes que estamos ahí para apoyarte así que ÁNIMO y a por otro kilo menos.

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    1. No estoy solo, Ana, os tengo a todos vosotros que vuestro ánimo hacéis las cosas más fáciles. Mil gracias por ello.

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