miércoles, 8 de enero de 2014

El milagro de la Navidad

Semana 15
Peso: 142,1

A las pruebas me remito, Señoría. El día de autos, acudí como cada semana a la consulta de mi enfermera a pasar por el trance de pesarme y medirme. Sabía que durante los días anteriores me había pasado varios pueblos, es lo que tiene la Navidad, por lo que, por primera vez desde que comencé la dieta, estaba convencido de que mi peso había aumentado. No hice trampas, lo juro. Llevaba la misma ropa que la semana anterior. Cual fue mi sorpresa (y la de Rocío, mi enfermera) cuando tras subir ambos pies sobre la malvada plataforma, observamos ojipláticos como el resultado era de 1,300 kg. menos que la vez anterior.

No podía ser verdad. Cierto es que, en los pocos ratos en los que no tuve evento, celebración, vermut torero, concierto o cañitas com amigos, había tratado de cuidarme, de compensar los excesos propios de estas fechas, pero no acababa de comprender cómo todo ello no se saldaba con un peso superior. La cinta métrica no hizo más que confirmar el resultado: había perdido 4 cm. de cadera. Ni que decir tiene que salí del centro de salud más contento que unas Pascuas, nunca mejor dicho.

Como ya he contado en alguna otra ocasión, la báscula de Rocío me tiene manía. Pesa siempre de más que la mía o la de la farmacia, así que, a la mañana siguiente acudí a pesarme a esta última, por aquello de confirmar la buena noticia...pues bien, según el peso de la botica, mi reducción era de 2 kg. con respecto a la semana anterior. Alucinante.

Lógicamente, esto es un arma de doble filo. El mayor problema es que te lo llegues a creer y que pienses que, a partir de ese momento, todo el monte es orégano, y que puedes hacer lo que te venga en gana y seguir adelgazando como si nada. Afortunadamente, estoy muy concienciado con lo que estoy haciendo, y una vez llegó el 7 de enero, mi vida volvió a la rutina culinaria anterior. No niego que, en parte, si que haya hecho que me relaje un poquito, que ya no tenga cargo de conciencia si surge una caña fuera de programa o un evento esporádico, pero se que el objetivo final está todavía lejos de conseguirse, por lo que, a pesar de llevar ya tres meses largos con la dieta, no pienso desfallecer.

Cada vez estoy más convencido de que sólo hay una fórmula mágica para perder peso, y no es otra que la de ingerir menos calorías de las que consumes. Sí, vale, suena a perogrullo, pero seguro que más de un médico o dietista, la mía la primera, se lleva las manos a la cabeza con tal afirmación. Maticemos: ¿recordáis aquel anuncio de neumáticos que decía algo así como "la potencia sin control no sirve de nada"? Pues aquí pasa algo parecido. No sirve de nada intentar perder peso por tu cuenta si no tienes un médico detrás que te aconseje sobre los alimentos que debes y no debes comer. Con un trabajo sedentario como el mío, es fundamental compensarlo con ejercicio físico, por lo que mis paseos matutinos cada vez son más largos, y en breve añadiré natación y, si mis rodillas quieren responder, el pádel.

No quiero despedirme sin antes animarte a tí que me estás leyendo, y que en estos momentos tienes el remordimiento de esos kilitos de más que has ganado en estas fechas, a que no desesperes. Un poco de ejercicio y una buena alimentación te llevarán a tu estado original en pocas semanas. Palabra de gordo.

4 comentarios:

  1. Ánimo, primo. La constancia tiene su recompensa. Y un poco de relax en la dieta hace que el cuerpo esté a gusto y no le importe volver a la comida sana, a la rutina.
    Besos,
    Consuelo

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