lunes, 10 de octubre de 2016

Adelgazar. Una cuestión matemática.

Semana 2
156,4 kg.
-1,4 kg. 
Total: -4,8 kg.

Recuerdo que hace ya un buen puñado de años hubo una campaña publicitaria en televisión y sobre todo en vallas publicitarias en las que se veía a un musculado y fibroso atleta en la posición de salida de un sprint, calzando unos espectaculares zapatos de tacón. El eslógan era "La potencia sin control no sirve de nada". Con el tema de adelgazar pasa algo parecido: la dieta sin ejercicio físico no sirve de nada. O casi. Y, al revés, tres cuartos de lo mismo.

Y es que el perder peso es una sencilla ecuación matemática: siendo a las calorías que quemamos a lo largo del día, y b las calorías que ingerimos en nuestra alimencación, si x>0, adelgazaremos, pero si x<0, engordaremos. Así de sencillo.

Obviamente cada ser humano es un mundo, y en cada uno se nos incluirán numerosas variables que harán que la ecuación se complique sobremanera, pero la base seguirá siendo la misma. Y la conclusión, también: tenemos que añadir a nuestra dieta un componente de ejercicio físico. Pero no preocuparse, no hace falta apuntarse al gimnasio, ni volverte un runner de la noche a la mañana. Hay algo que hacemos todos los días sin darnos cuenta y que, si lo incrementamos en el tiempo y en la velocidad será el mejor de los ejercicios: andar.

Y hablaré del caso que más conozco: el mío. Cuando comenzé mi régimen la anterior vez, hace tres años, añadí a mi rutina una salida diaria a caminar a un buen ritmo. Al principio tenía que parar y sentarme en un banco cada 10 minutos, jadeando y empapado de sudor. El otro día me fui a Alberite, de ahí a Lardero y de vuelta a Logroño. 17 km. Y sin despeinarme. Quiero decir con esto que, si seguimos una rutina, la acabaremos incorporando en nuestra vida como una necesidad más, y no la veremos como una obligación, sino como algo que sabemos que nos está haciendo bien, mucho bien. Y sin darnos cuenta iremos incrementando la distancia y la velocidad, y comenzaremos a robarle horas al sueño para poder realizar nuestra rutina antes de ir a trabajar. Y lo más curioso es que, al menos en mi caso, no me supone ningún esfuerzo ponerme el despertador a las 6:30, costumbre que adquirí cuando trabajaba, y que ahora estando en el paro mantengo inalterable. Los lunes son menos lunes si antes de incorporarnos al duro trabajo hemos quemado unos cientos de calorías.

No hay excusa del estilo de "no tengo riempo". Media hora la sacas de donde sea. Y si son tres cuartos, mejor. Y si puedes más, más. Esta semana, con mis casi 160 kilotones a cuestas, me he metido 87 km. entre pecho y espalda. Y caminando a buen ritmo, no arrastrándome por los caminos. Eso, unido a la dieta que estoy siguiendo, nada severa y muy llevadera, han hecho que en dos semanas haya perdido casi 5 kilos. Ahí es nada.

Se me olvidaba, este lunes tocaba pesaje, y, tras el bajonazo espectacular de la semana pasada, en esta ocasión la cosa ya se ha vuelto más normal, perdiendo 1,400 kg., lo cual está muy bien. Ya me ha advertido mi médico que esta vez la pérdida de peso no va a ser tan espectacular como hace tres años, pero ni falta que hace. Lo importante es sentirse bien, e ir sintiéndose mejor cada día, y eso se cumple en mi caso al 100%.



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