martes, 22 de octubre de 2013

Los orígenes de mi gordura

¡Pero cómo te has puesto! La de veces que he tenido que escuchar esta frase...Hay quien lo dice a voz en grito, otros, con más decoro, simplemente lo piensan, aunque no cuesta gran esfuerzo imaginar sus pensamientos.

Tengo 46 años, y he sido un gordo desde que nací. Supongo que estaba muy cómodo en la barriga de mi madre, ya que mi parto se retrasó unos cuantos días, los suficientes para que llegara al mundo con algo más de 5 kilos de peso. Hoy en día sería impensable. Probablemente, hasta sería noticia en los periódicos, y mi madre acabaría seducida por la televisión y acudiendo a "Sálvame" para defender su honor. Pero a finales de los años 60 no llamaba demasiado la atención.

Era una época en la que gordito equivalía a saludable, y lo que ahora es rechazo antes era admiración. ¡Mira que niño más gordito y más sano! Una frase que mis padres habrán escuchado infinidad de veces durante mi infancia. Yo entonces supongo que era feliz. Pero no tardé en darme cuenta de que era diferente. Mi rebosante salud unido a unas orejas de soplillo heredadas de mi abuelo materno me convirtieron en el objetivo perfecto de la innata crueldad de los niños cuando empecé a ir al colegio. Ahí comencé a darme cuenta que mi vida no era tan bonita como me la habían pintado hasta ese momento.


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