martes, 25 de septiembre de 2018

Capítulo 0. De vuelta a la casilla de salida

Pocas cosas me revientan más que volver a empezar, que volver sobre mis propios pasos, esa sensación de estar acabando un trabajo en el ordenador y que de repente se vaya la luz y te das cuenta de que no habías guardado...pocas cosas me revientan más que volver a la casilla de salida en el juego de la oca.

En estos días hace cinco años que mi cuerpo dijo 'basta', no podía andar más de 10 metros seguidos sin tener que pararme, la variz de mi pierna se reveló como si fuera un globo de agua pinchado...de seguir por ese camino acabaría como el de la asquerosa pero magistral escena de El sentido de la vida de los Monthy Python. Y en ese instante reaparecieron en mi vida dos ángeles de la guardia, dos amigas y a pesar de ello médico y enfermera respectivamente, que me guiaron, me llevaron de la mano hasta conseguir lo que a todas luces parecía impensable, que lograra perder más de 60 kilos. Rita, Rocío, sabéis que formáis ya parte de mi biografía en un lugar muy destacado.

El caso es que me vine arriba. Yo, que me tenía a mí mismo como una persona con nula fuerza de voluntad, había sido capaz de semejante gesta, y eso me hizo plantearme un nuevo reto, que no fue otro que el dejar de fumar. Llevaba desde los 13 años echando humo por la boca, y en los últimos tiempos la cantidad de nicotina que me metía en los pulmones era entre preocupante y aberrante. Si había sido capaz de adelgazar de la forma que lo hice...porqué no reducir a cero mi consumo de tabaco? Y así fue. Un 12 de octubre de 2014 le di la última calada a un cigarrillo. Y hasta ahora. Ojo, sigo siendo fumador. Los que lo hemos sido a esos niveles no dejamos de serlo nunca. Pero me he quedado en modo inactivo.

Claro que la ansiedad que antes saciaba con unas caladitas ahora eran reemplazadas por visitas al frigorífico, y los 114 kilos en los que me llegué a quedar (de más de 180) empezaron a subir paulatinamente. Mi madre, que es sabia, y me conoce como si fuera mi madre, que lo es, me decía preocupada...

- Si sigues así, recuperarás todo lo que has perdido, ya lo verás.

Y yo le respondía con un clásico en las relaciones materno-filiales...

- No digas tonterías, mamá.

Pero no, no decía tonterías. A la falta de nicotina se le añadió pronto la falta de trabajo y una decepción muy grande con alguien que consideraba amigo, y todo en uno además. Y no es que me diera a la bebida, pero la cerveza, que siempre me ha gustado apasionado, formó cada vez más parte de mi nueva dieta. Y toda la ropa que había ido subiendo al trastero porque me quedaba enorme fue de nuevo bajando a mi armario, mientras subía la que ya me dejaba de entrar. Seguía dando mis caminatas, lo cual hizo de freno en muchas ocasiones, pero lo único que consiguió fue ralentizar el proceso de reengorde. La pierna siguió dando problemas, cada vez mayores, y las caminatas cada vez fueron menores. Yo, orgulloso finisher de las cuatro últimas marchas ASPACE, veía como mi cuerpo cada vez podía menos, y de paseos de 18 km fueron bajando a 12, 10, 8...

Y aquí estoy, de nuevo, en la puñetera casilla de salida, volviendo a afrontar el reto de perder peso por salud, por aspecto físico, por ganas de conseguir un trabajo...por vivir, al fin y al cabo. Y en esta ocasión cuento con un nuevo ángel guardián, mi nuevo enfermero, Rubén, que se ofreció a llevarme el proceso. Y nuevamente sin salirme de nuestro bendita sanidad pública, repleta de enormes profesionales que te pueden ayudar a un roto y a un descosío. Y de nuevo dispuesto a enfrentarme a ti, lector, contando todo el proceso, por si te puede ayudar. A mí seguro que lo hace.

(continuará)